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Francisco, el Papa del "Fin del mundo" que fue llamado a "reparar" a la Iglesia católica

Jorge Bergoglio entró a la historia como el primer americano que llegó a ser Papa. Durante su tiempo como líder de la Iglesia Católica, reformó el gobierno del Vaticano, trabajó por la paz y la reconciliación, guió a la Iglesia a través de algunos de los momentos más oscuros de los últimos años y tomó medidas revolucionarias contra el abuso infantil por parte del clero.

Cuando el 13 de marzo de 2013 Jorge Bergoglio fue elegido como papa Francisco, el Vaticano aún estaba inmerso en el escándalo de "Vatileaks", una filtración de documentos que revelaron casos de corrupción y encubrimiento de casos de pederastia, situación que había empujado en parte a Benedicto XVI a renunciar el 28 de febrero. Por todo esto, la elección del Papa argentino, que falleció este lunes 21 de abril a los 88 años, fue recibida por los fieles como una brisa fresca pero muy pronto se vio que estaba destinada a sacudir a la Iglesia.

Bergoglio sorprendió por su ruptura de los moldes establecidos por su predecesor alemán, más ceremonioso y teológico en sus discursos. La modesta vestimenta con la que fue presentado a Roma fue una señal inequívoca de que su papado estaría atado a su personalidad. Dijo que buscaría devolver a la Iglesia a su esencia más pura y la elección de su nombre papal fue el primer gesto de su misión: sería llamado Francisco, en honor al santo de Asís del siglo XIII que recibió de Dios el llamado a "reparar la Iglesia".

Siguiendo la doctrina del santo, Francisco se posicionó como un ícono mundial de la lucha contra la pobreza: "¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre!", dijo a la curia en sus primeras horas como Papa, una frase que marcaría el ritmo de su pontificado. "La pobreza del mundo es un escándalo", reclamó. "En un mundo donde hay tantas, tantas riquezas, tantos recursos para dar de comer a todos, no se puede entender cómo hay tantos niños hambrientos y sin educación, ¡tantos pobres! La pobreza, hoy, es un grito".

La elección un latinoamericano como Papa fue un signo de la internacionalización de la Iglesia. Muchos celebraron que dejara de ser "eurocentrista" y los movimientos de Francisco aceleraron esa tendencia. Además de viajar a nuevas zonas de crecimiento del catolicismo en África y Asia, nombró cardenales de partes del mundo que antes estaban menos representadas, aumentando las probabilidades de que los futuros Papas sean como él: no europeos.

Nieto de italianos que emigraron a América escapando de la pobreza, Francisco se presentó como la voz, la mayoría de las veces solitaria, que rogaba que el mundo reconozca la vida de los inmigrantes. Casi sin apoyo de los gobernantes mundiales, que construyeron muros y establecieron otras barreras para los solicitantes de asilo, Francisco lavó los pies de inmigrantes, los visitó en la mayoría de sus viajes y habló sobre sus derechos.

Francisco también alzó la voz sobre los devastadores efectos del cambio climático, de maneras que muchas veces resultaban proféticas. En 2015, dedicó una encíclica al medio ambiente, "Laudato Si" (Alabado seas), que tiene su origen en el ‘Cántico de las Criaturas’, de Francisco de Asís y advierte a los líderes mundiales sobre los peligros de explotar la naturaleza y enmarcando la protección del planeta en términos morales y sociales. "La Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería", dijo al denunciar los estragos del capitalismo salvaje y advertir que los pobres pagarían el precio más caro.

El período de Francisco al frente de la iglesia abarcó algunos de los peores momentos de la historia desde 1945: el Covid y la guerra entre Ucrania y Rusia, dos crisis que lo obligaron a remarcar que "nadie se salva solo". Durante la pandemia, llamó a las naciones más ricas a compartir vacunas con los países en desarrollo. Del mismo modo, se dispuso a tratar de jugar un papel preponderante en conflictos globales y no dudó en meterse en terrenos complicados, ya sea para reducir las diferencias entre Cuba y Estados Unidos o llamando a la paz en conflictos tribales en países africanos.

Uno de los hitos de su papado ocurrió en Brasil en 2013, durante su primer viaje internacional, cuando le dijo a jóvenes argentinos que "hagan lío". "Quiero que la Iglesia salga a la calle", dijo y les advirtió que se guarden de "toda mundanidad, de la oposición al progreso, de lo que es cómodo, de lo que es clericalismo, de todo lo que significa estar encerrados en nosotros mismos". Sus críticos argumentan, con gran sentido de la ironía, que el Papa siguió su propio consejo, haciendo un "lío" en asuntos espinosos del catolicismo y defendiendo el estilo de "salir a las calles" como una apertura necesaria para llevar a la Iglesia al siglo XXI.

Todo esto le permitió a Francisco hacer más que sus predecesores para fomentar un clima de inclusión y aceptación dentro del catolicismo. Su frase "¿Quién soy yo para juzgar?" marcó un cambio de tono en la forma en que los Papas hablan sobre los católicos LGBTQ. "Ser homosexual no es un delito, es una condición humana", dijo más tarde, y pidió no confundir "pecado" con "delito" y llamó "injustas" a las leyes que criminalizan la homosexualidad. Pero sus críticos le reprocharon no haber logrado reformar la enseñanza oficial de la Iglesia, que califica a los actos homosexuales como "desordenados".

Francisco también mantuvo abiertas oportunidades para que las mujeres tuvieran un mayor protagonismo en la iglesia, pero los avances fueron pequeños. Dijo que había una necesidad "urgente" de "una presencia femenina más generalizada e incisiva" en la Iglesia y pidió que las mujeres estuvieran "involucradas en las responsabilidades pastorales, en el acompañamiento de las personas, familias y grupos, así como en la reflexión teológica". Pero el porcentaje de mujeres empleadas por la Santa Sede aumentó ligeramente durante su pontificado y sigue siendo extremadamente raro que ocupen puestos de responsabilidad.

Francisco también fue el primer Papa en abordar formalmente el problema de los abusos sexuales en la iglesia. Pero su manejo de la crisis fue desigual, y se equivocó en la gestión de casos escandalosos que involucraron incluso a personas cercanas a él. Aunque admitió haber cometido errores, como defender a un obispo chileno acusado de encubrir abusos cometidos por sacerdotes, y abolió el "secreto pontificio" -que se refiere a la confidencialidad en el manejo judicial de los casos de abusos y otros delitos graves de este tipo- las víctimas coinciden en que la respuesta de la Iglesia no es más transparente que antes.

Hacia adentro del Vaticano, Bergoglio tenía el plan mayor de reformar el gobierno de la Iglesia, detenido en el tiempo: quería acabar con la corrupción y limpiar sus turbias finanzas, dos crisis que habían golpeado a los anteriores papas. Consiguió materializar grandes cambios en áreas como la administración de la curia, los tribunales eclesiásticos y el derecho canónico, la sanidad, el laicado y la familia. Pero las chances de cambios radicales no fueron suficientes y el ambiente de esperanza por su elección fue reemplazado pronto por un descontento interno cada vez mayor.

El cardenal Parolin, secretario de Estado, reconoció en 2023 que la reforma de la curia le "tomó mucho tiempo y mucha energía" a Francisco. Y en su autobiografía, el Papa reconoció que la reforma "fue la tarea más exigente" y que "hubo la mayor resistencia al cambio". Al contrario, intensificó la oposición en los últimos años y Francisco enfrentó críticas de la izquierda de la Iglesia, un flanco liderado por Alemania y EEUU, cuyos líderes eclesiásticos dijeron que no el Papa no fue lo suficientemente lejos en la reconstrucción de una institución en crisis.

Dispuesto a poner a la Iglesia en movimiento y a acercarse a los sectores vulnerables, Francisco ubicó en un lugar preponderante al continente americano a la hora de emprender vuelo: visitó Brasil, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, México, Panamá, Paraguay y Perú. Pero la esperada y no concretada visita a la Argentina es un dato destacado de su biografía. En varias oportunidades su viaje a su tierra natal estuvo cercano, pero canceló la posibilidad cada vez que se le presentó.

El Papa recibió invitaciones formales de los presidentes Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei, pero temía que su figura fuera "usada" por la coyuntura política. El biógrafo Jimmy Burns dijo que la ausencia de Francisco en Argentina es uno de los mayores misterios de su pontificado y cree que esto se debe al deseo de evitar divisiones políticas entre peronistas y antiperonistas. "Cualquier visita sería explotada políticamente y terminaría causando divisiones no deseadas", argumentó Burns.

En el libro "El Pastor", de los periodistas Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin, Francisco se refirió a su vínculo con el país y también habló sobre el esperado viaje: "En Argentina viví 76 años. Pero no estoy lejano, me siento cercano. Estoy siempre en contacto con muchos compatriotas amigos. Y cuando escribo sobre valores, sobre doctrina social de la Iglesia, si bien lo hago para todos los países, tengo presente a mi país y espero que mis palabras puedan ser una contribución. Es injusto decir que no quiero ir". En su autobiografía publicada en 2024, confesó sentir todavía cierta nostalgia por su país: "Todavía puedo oler el aroma de la pizza. A decir verdad, salir a comer pizza es una de las pequeñas cosas que más extraño".

Francisco, primer Papa americano y primero no europeo desde 741

Bergoglio fue uno de los "preferiti" del cónclave de abril de 2005, convocado tras el fallecimiento de Juan Pablo II y del que el alemán Joseph Ratzinger salió elegido. "Sucedió que yo llegué a tener 40 de los 115 votos en la Capilla Sixtina", reveló. "Eran suficientes para frenar la candidatura del cardenal Ratzinger, porque, si me hubieran seguido votando, él no habría podido alcanzar los dos tercios necesarios para ser elegido papa".

"Me contaron, más tarde, que no querían a un papa ‘extranjero’", relató. "Fue una maniobra en toda regla. La idea era bloquear la elección del cardenal Ratzinger. Me usaban a mí, pero detrás ya estaban pensando en proponer a otro. Cuando me di cuenta por la tarde, le dije a un cardenal latinoamericano: ‘No embromen con mi candidatura, porque ahora mismo voy a decir que no voy a aceptar, ¿eh? Dejame ahí’. Y ahí ya salió elegido Benedicto", contó.

Para Bergoglio, Ratzinger "era el único que en ese momento podía ser Papa". "Después de la revolución de Juan Pablo II, que había sido un pontífice dinámico, muy activo, con iniciativa, que viajaba, hacía falta un papa que mantuviera un sano equilibrio, un papa de transición". "Si hubieran elegido a uno como yo, que hace mucho lío, no habría podido hacer nada. En aquel momento, no habría sido posible. Yo salí contento. Benedicto XVI fue un hombre que acompañó el nuevo estilo. Y no le fue fácil, ¿eh? Encontró mucha resistencia".

Preparando el terreno para la sucesión y su entierro

Quizás consciente de su limitado tiempo, Bergoglio tomó medidas para "atar los cabos sueltos" y asegurar la continuidad de su legado en un momento políticamente sensible para la Iglesia Católica, cuyo ambiente fue comparado por un alto funcionario de la Santa Sede con "una corte renacentista" dividida en pequeñas facciones o camarillas, cada una de ellas tratando de influir en la elección del próximo Papa.

A lo largo de su papado, Francisco nombró al 80 por ciento de los 120 cardenales que votarán al proximo Papa, pero sus opositores aseguran que el Colegio Cardenalicio "fue debilitado" por lo que llamaron "nombramientos excéntricos", en referencia a que Papa nombró cardenales de lugares remotos con relativamente pocos católicos, como Mongolia o Pakistán.

"Durante estos últimos 10 años hemos sido testigos de la mayor redistribución del poder entre ciudades, países y continentes en la historia de la Iglesia contemporánea", dijo Piero Schiavazzi, profesor de Geopolítica Vaticana en la Universidad de Roma. "El número total de cardenales procedentes del mundo occidental se redujo y, por lo tanto, la influencia geopolítica de Occidente disminuyó, mientras que la del mundo oriental aumentó".

Más tarde, en noviembre de 2024, Francisco también revisó los ritos funerarios que se utilizarán en su momento, simplificando los rituales para enfatizar su papel como mero obispo de Roma y permitiendo el entierro fuera del Vaticano.

Según su propio deseo, no será sepultado en las catacumbas de San Pedro, sino en la basílica romana de Santa María la Mayor, una elección que refleja su veneración al icono de estilo bizantino de la Virgen María que se encuentra allí, la "Salus populi Romani" (Salvación del pueblo de Roma), ante el que acudía a rezar cada vez que iba a emprender un viaje largo.

Francisco recordó que el funeral de Juan Pablo II fue "excesivo" y por eso dispuso: "Nada de catafalco, ni ceremonia de cierre del féretro, ni deposición del féretro de ciprés en un segundo de plomo y un tercero de roble". Desea ser enterrado "con dignidad, pero como cualquier cristiano, porque el obispo de Roma es un pastor y un discípulo, no un poderoso de este mundo".